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Los invitamos este lunes 25 de enero a disfrutar de una nota acerca de nuestro proyecto de urbanismo autosostenible en el noticiero CM& a la 1:30 pm



Lo que va de Chicaque a Granada y Cayundá


Chicaque es un parque natural que curiosamente no es público sino pertenece a una familia, que entendió que la única forma de conservar una reserva natural no es que ésta esté en manos del Estado; que se le puede sacar ganancia a una riqueza sin dañar el medio ambiente. 
Mientras tanto, yendo hacia el norte, cerca al municipio de Sopó, aparecen otros bosques. Esta vez, no como una reserva exclusiva para la contemplación o el turismo pasivo, sino como la cesión que obliga a los urbanizadores a dejar espacios libres para la comunidad o para conservar los espacios verdes, los bosques nativos. Es un proyecto urbanístico conocido con el nombre de Bosques de Granada y Cayundá, dirigido a aquellos bogotanos aburridos de vivir entre moles de cemento. 
Y vuelvo a Chicaque, a aquella linda experiencia de más de cuatro horas de andar por los antiguos caminos reales, por los senderos que sirvieron a colonizadores para llegar a esa mágica sabana. Rodeados de bosques de niebla, de una densa bruma, un biólogo guía nos va contando el valor de grandes y pequeñas plantas, de una naturaleza tan imponente como frágil. 
Quince días después, ya no estoy en esa parque vecino de Soacha, son otras montañas, son otros paisajes. “Aquí hay inspiración divina, y percibo que no todo tiene que ver conmigo”, explica  Luis Enrique Maldonado, promotor del proyecto quien, mientras caminamos por un estrecho sendero, cuenta como fue la preparación de este diferente concepto de urbanismo. “Para el trabajo inicial se construyeron diques y se recogió el agua las de quebradas”. “No se tumba ningún árbol”, fue una de las condiciones que se le exigió al arquitecto, como parte de la idea de que este desarrollo busca respetar la decisión de la tierra. “Hay que escuchar a la naturaleza, porque ella habla” decía Pocahontas, la indígena de la película de dibujos animados. 
Los robles caracterizan a Chicaque. Y entre ellos se siente la paz de la naturaleza. Elesfuerzo de los caminantes permite recordar que somos unos seres más entre las plantas que luchan por sobresalir entre la blanca niebla. Y el paso firme no se detiene. Entre las escaleras naturales, vamos sintiendo como la vida se esconde entre los bosques milenarios. 
Y con esa magia que permite volar con la imaginación, voy hacia adelante, a un proyecto artificial que quiere replicar la obra divina. Granada y Cayundá busca que el tema del respeto a la naturaleza esté por encima de la gran rentabilidad de un negocio urbanístico e inmobiliario. Así lo dice su promotor, un hombre que ha pasado por experiencias como manejar el recurso humano de Coca Cola y que últimamente lucha por superar un cáncer de próstata. 
Por eso este hombre visionario entiende la importancia de escuchar a su cuerpo y a los árboles, respetándose a sí mismo y a todos los seres vivos, incluidos sin duda los bosques nativos, que requieren años para desarrollarse y que tan solo evitando tocarlos pueden formarse y crecer. 
Y en mi mente veo el refugio de Chicaque, esa especie de chalet, donde los grupos de caminantes se encuentran para recibir, como premio al esfuerzo, una comida caliente y la energía para volver a retomar el camino de regreso a la base de la caminata. Sin embargo no todos vuelven a pie. Algunos prefieren tomar un campero o un caballo, y, sin embargo la experiencia quedará por siempre en la mente de los afortunados seguidores de los antiguos colonizadores y de nuestros hermanos indígenas. 
En los bosques cercanos de Sopó, se da el contraste de la naturaleza frente a la tecnología. Mientras se busca proteger el bosque nativo, se instala una red de fibra óptica para poder colocar cámaras y cuidar una urbanización moderna de unos seres humanos que a veces parecería que olvidarán que su origen también estuvo en la naturaleza virgen. 

Por eso los diseñadores del proyecto urbanístico de Granada y Cayundá entienden que tienen una importante obligación que va más allá de los compradores. Por eso, un elemento clave en el condominio será el sendero construido en el borde de los lotes, que permitirá que los extraños, los campesinos, estudiantes vecinos, y, porque no, los citadinos puedan acceder a este hermoso bosque nativo. Como un aporte al medio ambiente y una manera de compartir con la comunidad el valor de un bosque que tiene cientos de años y que gracias a estas iniciativas durará por siempre.